Viendo lo que pasa en el mundo, no me puedo quejar de mi
situación. Al menos tengo paz y algo de incertidumbre, pero la justa. Tengo
gente que me aconseja bien y gente con la que puedo reírme, pero que no se ríen
de mí.
Hace años, en un almuerzo en el que todo éramos mujeres,
resultó que una de ellas era hija de un cirujano plástico. Rápidamente, la
conversación surgió en términos de "yo me quitaría culo", "yo me
pondría tetas", "pues yo me haría una liposucción"... Cuando por
fin me dejaron meter baza, yo dije " a mí me fallan las cejas y la
nariz". No me sorprendió que una de las presentes, cuya tendencia al
sarcasmo va cambiando a vulgar mala leche con el paso de los años, me espetara
"a ti te falla todo".
Se quedó riendo sola en medio de un silencio sepulcral.
Debió pensar que iba a provocar la risa de los demás y lo que hizo fue dejar la
puerta abierta a la vergüenza ajena. No sé si fue la mejor respuesta pero,
dirigiéndome a la hija del cirujano, le dije "si tu padre lo necesita, con
esta idiota puede hacer una tesis doctoral". No recuerdo la respuesta de la chica que, a
fin de cuentas, se había visto entre dos fuegos, pero sí que fue la última vez
que la vi. Igual se dejó influir por la sarcástica o, quizás, emigró a China.
Me da igual.
En fin, sigo con la misma nariz y las mismas cejas, y el
mundo sigue girando. El mundo de la idiota es cuadrado. ¿Por qué he contado
esto? Porque me da la gana, no necesito más excusas.