sábado, 25 de agosto de 2018

Las apariencias engañan


No descubro nada si digo que si estás más de tres años en el paro lo pasas francamente mal. Fue lo que yo viví y, aunque no repetiría la experiencia, sí puedo decir que fue una época muy instructiva.

Me rodeé de gente muy brillante, lo que hizo que llegara antes al convencimiento de mi mediocridad, pero no por ellos (que me trataron con todo el cariño del mundo), sino por aquellos que eran más mediocres que yo y se empeñaban en demostrármelo porque era la forma en que tenían ellos de sentirse fuertes. Pero la perspectiva es curativa, y me di cuenta que, a pesar de mis torpezas, yo también tengo mi valor. Me costó aprender la lección pero lo conseguí.

Afortunadamente, aún me queda mucho por aprender (que sería de la vida si se toca fondo en el conocimiento), pero no todo el mundo se da cuenta que le pasa lo mismo, sobre todo aquellas personas que sólo me daban opción a ser su comparsa cuando, quizás, debió ser al revés.

sábado, 4 de agosto de 2018

Calor

Qué puedo decir, ¿qué hace un calor espantoso? No descubro nada nuevo. No me gusta el calor, me cambia la neurona y llevo vida de vampiro porque el sol me sienta mal. Y oír a esa gente que dice "uy, qué rico el calorcito" no me hace pensar que son felices, sino que son gilipollas. ¡Pero si estás sudando más que si estuvieras atravesando el desierto a plena luz del día!


Recuerdo que hace años un profesor me explicó que, cuando había una temperatura de 28º es que había un calor espantoso. Me dio la risa, "sólo 28º, eso en verano es estar fresquito". Entonces me dijo que eso eran temperaturas nocturnas, que de día era mucho peor.

La meteorología dejó de hacerme gracia desde ese momento. Y no sabía que venía lo peor. Quizás en aquellos años de estudio no se hablaba tanto del cambio climático; ahora, no solo se habla sino que también se siente. Yo, personalmente, no vivo: me mojo la cabeza a todas horas, y si estoy en casa me ducho con agua fría, sin más. Y ya no hablo de si me quemo la piel.

Pienso en los esquimales, en sus iglús de hielo; pueden vivir ahí. Si un esquimal entra en mi casa le da un colapso porque apenas si me queda hielo en la nevera, por no hablar de la nevera que chochea (por lo menos no mete ruido). Necesito una nueva, más grande, gigante, de esas que tienen un grifo con hielo en la puerta, y un arcón para meter sacos y sacos de hielo en la nevera. Pero ni vendrá un esquimal a casa, ni tengo para una nevera nueva, y hasta la mañana no puedo comprar más hielo.

Mierda de calor, que hasta tengo que tener cuidado para que no caiga el sudor de la frente al teclado del portátil. Va siendo hora de cerrar el portátil para que no salga ardiendo del calor que hace. A cuidarse y a beber agua.