martes, 26 de octubre de 2010

Karaoke

Este domingo pasado Adriana hubiera cumplido 40 años si el cáncer no se la hubiera llevado en agosto. Lo cierto es que unas amigas nos fuimos donde Pepe el Guarro a tomarnos unas cañas en memoria suya, y nos pusimos las botas: nos pusieron de tapa una montaña de alitas de pollo que estaban buenísimas, y como Beatriz se ha hecho vegetariana comimos más. Para ella pedimos unas bravas con doble de salsa y también estaban de miedo (aunque estaban mejor las alitas).


Luego nos fuimos a un karaoke, pero al llegar nos encontramos con un espectáculo que nos estropeó el plan de karaoke aunque nos echamos unas risas que siempre vienen bien. Pero el espectáculo se acabó y el local no lo cerraban, así que unas de las chicas que venían pidió que pusieran en marcha el karaoke. Se puso a cantar un bolero de cuando Noé caminaba por la Tierra: no sé cómo lo hizo, pero toda la letra la dijo completamente a destiempo. Yo me pasé todo el tiempo que canto que no canto, me daba muchísima vergüenza. Y entonces Bea dijo que quería cantar una canción en honor a Adriana y ahí ya no pude decir que yo no cantaba, era obligado acompañarla. La verdad es que era mi primera vez en un karaoke y yo no sabía qué hacer con las manos, ni a dónde mirar ni dónde meterme. Bea eligió la que resultó ser la canción favorita de Adriana: Amigo, de Roberto Carlos. La verdad es que cantamos bastante afinado, aunque recordábamos bastante a los coros de los colegios de niñas donde todas cantaban exactamente igual. Al acabar me bajé corriendo de ahí y ni siquiera me paré a mirar dónde se metía Bea...


Un rato más tarde se subió otro señor a graznar una canción, creo que era de Victor Manuel. Entonces me dí cuenta de una cosa: nadie lo miraba, ese señor no llamaba la atención. Se ve que los habituales a esos sitios ya están curados de susto y no se inmutan ni aunque cante el mismísimo monstruo de Frankstein. Yo me tuve que marchar a las 00,30 de la noche porque tardo en conciliar el sueño y hoy tenía que trabajar, pero las demás chicas siguieron. Debieron estar hasta muy tarde porque aún no he conseguido hablar con ninguna.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pequeñas bestias

Salgo todos los días de mi trabajo a las 9 de la noche y voy con mis compañeros, casi todos mujeres, al metro. Ayer fue algo distinto. Al llegar al andén había unos gamberros, el mayor no tendría más de 14 años, y había dos chicas entre ellos. Creo que eran cinco o así. Estaban metiéndose con una señora de mediana edad tirándole bolitas de papel. Como nadie hacía nada, una de mis compañeras les reprendió para que se estuvieran quietos, pero no le hicieron caso. Otra de mis compañeras también les regañó e incluso uno de ellos se acercó para agredirle. Entonces ya nos lanzamos más "al ataque". No llegamos a las manos porque mis compañeras me agarraron cuando le iba a responder el ataque a uno de los críos, porque eran críos. Sólo en ese momento se acercaron dos hombretones altísimos para dispersar a la gente, y no eran guardias de seguridad, sino público que pasaba por ahí.

La pregunta es: ¿Por qué, cada vez que ocurre algo así, los críos siempre se ríen en la cara de los adultos diciéndoles que pueden hacer lo que quieran porque son menores de edad?

sábado, 9 de octubre de 2010

Dale una oportunidad a la paz

Hoy John Lennon cumpliría 70 años sino hubiera sido asesinado por un imbécil aquel fatídico 8 de diciembre de 1980. Yo tenía catorce años y no me lo podía creer, era uno de mis ídolos. ¿Cómo podía estar muerto un Beatle? No podía ser. Mi madre casi no se atrevía a decírmelo. Yo me puse a buscar en la radio algún sitio donde hablaran del asunto, que dijeran que era un rumor... Desgraciadamente no lo era. Se hicieron maratones de radio, se habló en los informativos de televisión y se dedicaron las portadas de periódicos y revistas en todo el mundo.

John Lennon nos dejó un legado eterno. Su música, sus letras, nos dejaron mensajes a los que pocas veces hacemos caso pero que no debemos olvidar: It's only love, All you need is love, Geave Peace a Chance... Teniendo en cuenta la vorágine de los tiempos que corren ¿no deberíamos hacerle un poco de caso?


lunes, 4 de octubre de 2010

Por fin llegó el frío

Empiezo esta entrada en un momento en que está lloviendo y hace fresquito incluso con las ventanas cerradas. Esto, para alguien que como yo sufre con el calor, es una delicia.

Hace muchos años, cuando aún no existía Internet ni se empleaban conceptos como el de cambio climático, los veranos eran muy calurosos, pero no tanto como ahora y, además, solía caer un chaparrón de vez en cuando, con lo cual había verano a gusto de todos. Ahora es distinto, demasiado quizás. Los últimos cuatro años han sido infernales. Recuerdo el primero de ellos disfrutando de ir al trabajo no por el trabajo sino por el aire acondicionado que había allí, y todo el tiempo que estaba en casa pasármelo tumbada en el sofá porque no podía con el calor, con la tensión por los suelos y levantándome sólo para ir a la nevera a coger más hielo. El único viento que sentías era el que hacía la ventana al abrirla y cerrarla.

En los dos veranos siguientes salía o muy temprano o muy tarde para que el sol me molestara lo menos posible, y si no me quedaba más remedio que salir al mediodía nunca lo hacía sin mi botella de agua, y siempre por la sombra.

Lo de este último verano no tiene nombre. No recuerdo ni un día con viento, tenía que ir al trabajo con el paraguas a modo de sombrilla porque el único camino que había para ir a trabajar estaba a pleno sol, y el camino era larguísimo. Un día me eché una siesta y me tiré al suelo porque era la única manera de dormir algo. En agosto no podía salir sin llenar el bolso de pañuelos de papel: sudaba tanto que el verbo llover dejó de ser impersonal, pero no era nada divertido, más bien bochornoso.

¿En qué piensa esa gente a la que le gusta tomar el sol? Me alegro de que haya vuelto el frío, el calor estaba acabando conmigo. Además, el otoño es mi estación favorita.