miércoles, 31 de diciembre de 2014

El recuerdo de un libro

Cuando estaba en el instituto me mandaron leer las Cartas marruecas, de José Cadalso. Digo mandaron, porque hasta entonces, yo no sabía ni que existió ese hombre, y lo mismo no lo hubiera hecho por voluntad propia; no me pareció que aquello tuviera muy buena pinta. Pero el libro me gustó y de aquella lectura aprendí que hay cosas que, aunque una sociedad evolucione, siempre siguen ahí y no cambian: me refiero a ciertos matices de la estupidez humana.


Pasaron los años, y hace no mucho viví una circunstancia que me recordó el contenido de una de esas cartas. La busqué para dar fuerza a unas palabras que quería escribir, pero no la encontré, quizás mis recuerdos estaban difusos, quizás porque ya han pasado… suficientes años desde entonces. Quizás no era ese libro o ni siquiera ese autor, pero la idea sí era.


Luego pensé que no merecía la pena releer ese libro de cualquier manera solo para demostrarle a una persona que no es más que otros, eso es darle poder. Así que voy a seguir mi ritmo de vida habitual, a leer lo que me gusta y de la forma que me apetece, sin hacer caso a los que me dicen lo que tengo que hacer con mi vida ni a los que no me valoran porque no tengo lo que ellos, aunque sí me gustaría que en el año entrante mi vida sea un poquito mejor de lo que ha sido el año saliente, que ha sido una mierda (no pido perdón, no quiero).


En fin, se acaba el año y se acaba el café, tengo que dormir. Feliz 2015.


martes, 23 de diciembre de 2014

La magia de la Navidad


En fin, por fin llegó la época del año a la que tengo más miedo, las fiestas navideñas. Y es que, si me gusta que se acuerden de mí por mi cumpleaños, no me gusta que se acuerden de mí por Navidad. Parece que por el cumple siempre cabe algo de buen rollito y me disgusto si no se acuerdan de mí (yo si me acuerdo de los que no se acordaron de mí), pero en Navidad, da la impresión que se acuerdan de uno para tocarle las narices en la reunión para la que consiguen engancharte. No vale coger el móvil si alguien me llama para felicitarme las fechas, pero otros sí lo cogen; no vale faltar a la cena de Nochebuena ni al almuerzo de Navidad, pero otros sí pueden…

Ya sé que dije que no me gusta que se acuerden por mí en estas fechas, pero en realidad sí: me gustaría que se acuerden de mí todos esos que se olvidaron a lo largo del año, los que dijeron que llamarían y no lo hicieron, los que dijeron hablamos y me dejaron con la palabra en la boca, aquellos con los que –por el motivo que sea– tuve algún roce y nada se aclaró; también me gustaría tener el valor de ser yo la que llame, pero tengo miedo a que salga mal. Muchas veces me he preguntado cómo podía hacer para superar el malestar de esas situaciones, y cuando llegan estas fechas, parece que la magia de la Navidad puede arreglarlo todo.

En fin, ojalá pueda decir en el próximo post que algo se arregló. Mientras tanto, Feliz Navidad, lo digo de verdad.

martes, 25 de noviembre de 2014

Prácticas

El día 11 de noviembre empecé las prácticas –tanto tiempo esperadas– del curso de asistencia a la edición que hice hace meses. He aprendido sobre corrección de textos, sobre máquinas de impresión y edición, y sobre administración, todo esto en el marco de lo que sería una editorial-imprenta (en realidad se trata de un organismo público, pero no digo cuál porque no sé si puedo).


He aprendido un montón, y me están tratando estupendamente, cosa que, aunque no lo parezca, también es importante. Estoy segura que la experiencia me servirá, los madrugones han merecido la pena: lástima que acabe el día 28 y que no es un trabajo de verdad.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Inútil

Es difícil expresar lo que se siente cuando crees que has vuelto a entrar otra vez en la dinámica del mercado laboral y, de pronto, ves que estás fuera antes de lo que pensabas; el único éxito que has tenido en mucho tiempo no ha tenido el eco que esperabas, y empiezas a pensar que era una estupidez. Y cuando crees que, por fin, vas a poder esconderte debajo de la cama, todavía alguien encuentra tiempo para decirte cómo tienes que atar las bolsas de la basura. Lo han conseguido, me siento inútil.

jueves, 9 de octubre de 2014

No es sólo el ébola

Hoy he tenido más tiempo del habitual para pensar. En vez de ir a la biblioteca, me he quedado en casa porque esperaba una llamada relativa a un trabajo en el que había puesto esperanzas y, como viene siendo habitual en los últimos dieciséis meses, esa llamada no se ha producido. Así que, al mismo tiempo que he seguido con mi rutina de buscar empleo por Internet, he estado siguiendo por televisión y por la misma red las noticias que últimamente acaparan los medios de información: la corrupción y el ébola.

Iré al grano. He contemplado horrorizada cómo las autoridades quieren culpar de su dolencia a una de las enfermeras que se ocuparon de uno de los sacerdotes que estaban infectados por el virus. He visto cómo, a pesar de las recomendaciones en contra, esas mismas autoridades se dieron toda la prisa que pudieron en asesinar al perro de la enfermera con la excusa de que podía ser transmisor de la enfermedad: ¿le hicieron pruebas? No, ante la duda, culpable (mejor no pienso en que se ha perdido una pieza del puzzle). He apreciado cómo, esas autoridades que tanto presumen de que en Europa les aplauden con los pasos que están siguiendo que, en realidad, no hacen más que dar palos de ciego, y que lo único que de verdad han conseguido es crear alarma social y miedo por dar un abrazo a quien lo necesita.

Porque, sabe Dios como acabará esto, pero una vez que haya pasado el miedo y el ébola sea solo un mal recuerdo, los mismos que nos trajeron el peligro del virus seguirán poniéndose unas medallas que no les corresponden, seguirá el paro, el saqueo, la desconfianza y la desilusión. Mato, dimisión.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Cita previa

Necesito hacer unas gestiones en un servicio público de Madrid, pero primero tengo que pedir cita previa en uno de esos teléfonos que te saludan tan educadamente: “Bienvenido al Servicio de Gestiones Administrativas de su Provincia (nombre supuesto, está claro; no es que tenga miedo a dar nombres, es que no le voy a echar la culpa a un solo organismo). Si conoce la extensión márquela; si es usted profesional, marque uno; si está desempleado marque dos; si quiere pedir documentación, marque tres; si solo es información, marque cuatro; si quiere marear la perdiz, marque cinco…”.


Después te encuentras otra retahíla de marque uno, dos o tres o lo que sea, pero tarda lo suyo que te pongan con la opción que te interesa, eso por no hablar de que te hayas equivocado de opción, con lo cual tienes que volver a llamar porque no hay posibilidad de volver al menú principal; o que te hayan soltado un rollo sobre la protección de datos que nunca dura menos de tres minutos y que te hace olvidar para qué has llamado.


Una vez llamé a un sitio donde me soltaban el “todas nuestras líneas están ocupadas, no cuelgue por favor” seis veces en un minuto; si me tenían esperando quince minutos (a veces más), la frase tenía que aguantarla noventa veces: supongo que para hacernos entrar en trance y no nos diéramos cuenta de que se estaban riendo en nuestra cara.


¿Por qué no pido cita por Internet? A lo mejor porque no hay esa opción… El caso es hacernos perder el tiempo. La cita previa, ese invento maravilloso que, en teoría, tendría que organizar mejor el trabajo de los funcionarios (eso no lo sé, tendrían que opinar ellos) nos hace perder el tiempo a los demás, nos pone de mal humor y nos hace sentirnos en el más absoluto desamparo administrativo, porque para protestar o poner cualquier reclamación, seguramente tenemos que llamar a otro teléfono para pedir cita previa.


martes, 12 de agosto de 2014

Pato laqueado

Cuando era adolescente era muy diferente a como soy ahora....


Mis amigas me decían que era como el pato Lucas cuando le daba un ataque de risa: no podía parar, y después de calmarme me daba un ataque más fuerte que antes, hasta que un corta-rollos o el dolor de tripa me calmaban (y aún así soltaba después alguna risita).


Lo cierto es que, por cosas de la vida, yo he cambiado; ya no me echo las risas de antes, pero tampoco lloro: por fuera tengo cara de póquer, y al pato Lucas lo han hecho laqueado.


¿Todo porqué? Nunca falta gente que se divierte pisando, humillando a los demás, como si con ello fuera a cambiar su vida o a olvidar sus frustraciones.



Pero todos llevamos un dragón dentro… Y el dragón se está despertando.



martes, 5 de agosto de 2014

Lo que se queda por el camino

Por fin el día 30 de julio acabé el curso que estaba haciendo; ha sido agotador estar yendo y viniendo a Alcorcón a lo largo de cinco meses. Por el camino iba escribiendo, leyendo o estudiando vocabulario de alemán en una aplicación que descargué en el móvil, pero hasta yo me canso: llegó un momento en que me sentía perdida, como que no sabía lo que estaba haciendo.


Pero poco a poco vuelvo a la normalidad, y los recuerdos del curso empiezan a ser difusos. Ya me apunté otra vez al Inem y también quiero retomar mi vida donde la dejé antes de empezar el curso. He intentado apuntarme a clases de natación, por hacer un poco de ejercicio, pero me han dicho que hasta septiembre nada. Lo más gracioso es que me piden hacer una prueba de nivel: ¡Qué prueba ni qué leches, si nado como las piedras…!


Así que tendré que buscarme otra forma de renovarme antes que el “ahora qué hago” me paralice del todo: imagino que volveré a ir al cine, ahora que vuelven a echar películas antiguas a buen precio, aunque sea a riesgo de que me trague alguna con alguna cupletista de cartel amarillento.


Trataré de volver a la rutina que me engaña y que me hace creer que salgo de casa por un trabajo, y que en la noche cuento en casa lo que he hecho en la oficina, y cosas de esas que no hago hace mucho tiempo. Pero siempre hay algo que se queda por el camino y no tengo ni idea cómo hacer con los cabos sueltos. Esta tarde iré a darme un paseo para pensar mientras camino, igual se me ocurre algo.


lunes, 21 de julio de 2014

Wasap


No es un tópico eso de que, con los tiempos que corren, con tanto teléfono, Internet, satélite de comunicaciones y demás zarandajas, que cada vez nos comunicamos menos. No hay más que ver a los chavales (y no tan chavales) aprovechando el wifi gratis de las hamburgueserías: han quedado con sus amigos pero no hablan entre sí, pero lo hacen con gente que sabe Dios dónde está…

Menos mal que ya hay páginas y páginas en Internet dedicadas a las averías del wasap, porque si no sería incapaz de entender que uno de ellos me ha bloqueado. Sencillamente, no lo entiendo.

miércoles, 2 de julio de 2014

Un año ya

Hoy hace un año que me despidieron del último trabajo que tuve, aunque sería más exacto decir del último trabajo remunerado, porque parar no he parado, hasta el punto que, de tener una talla 42 he pasado a una 38, y me acerco a la 36. ¿Cómo es posible esto? ¿Es que me falta de comer? No, afortunadamente no; pero el estrés generado por la necesidad de conseguir un trabajo, y la ansiedad derivada de no haberlo conseguido no ayudan a mantener el peso.

Al mismo tiempo, la sensación de inutilidad no me la quita nadie. Ningún esfuerzo se ve recompensado y, a falta de críticas constructivas, las destructivas me hacen polvo, y no sé si es peor una de estas o no tener ninguna. Porque aquel despido fue de una manera “extraña”.

El día de la entrevista me hicieron una prueba de velocidad que dejó impresionada a la que luego sería mi jefa, y esa misma tarde me llamaron para decirme que el puesto era mío, pero una vez dentro de la empresa, esa mujer nunca quiso decirme las pulsaciones que alcancé en aquella ocasión. En las dos semanas siguientes, cualquier cosa que solicitara (un asiento más cómodo, un teclado nuevo…) se me proporcionaba de inmediato, pero nunca información sobre cómo iba en el trabajo.

Hasta que llegó un lunes y me llaman de la ett que me envió a aquel sitio: me dicen que dejo de prestar servicios a la empresa pero no me dicen porqué. La situación no podía ser más incómoda, porque mi jefa, la que tendría que haber dado la cara si hubiera sido una buena jefa, se sentaba a menos de tres metros de mí, pero no me había dicho nada cuando llegué. Pregunté a la señora que me llamó si debía esperar al final del día para marcharme o si debía pasar vergüenza delante de los compañeros y marcharme ya. Van y me dicen que llamarían para consultar... a la persona que estaba a menos de esos tres metros.

Al final de la jornada, me fui saludando todo lo sonriente que pude al subordinado inmediato de aquella individua: la cara de pena que puso no se me va a olvidar en la vida, debió pensar que yo aún creía que volvería por la mañana.

En los días siguientes, no paré de trabajar con un teclado que me había comprado para mejorar en casa el trabajo que hacía en la empresa, solo que esta vez lo hacía para demostrarme a mí misma que yo no tenía la culpa de mi despido sino motivos que nunca supe (ni nunca sabré ni falta que me hace); no quiero que una mala experiencia me lastre las siguientes, solo que desde entonces, no ha habido siguientes.

martes, 17 de junio de 2014

Me siento mayor

Esta semana cumplo tantos años que prefiero no pensarlo demasiado...


Es cierto que digo mi edad y aún hay gente que no se lo cree, pero si alguien se lo cree termino preguntándome qué es peor: que no me crean y no me hagan caso por parecer demasiado joven, o que se lo crean y su reacción sea la de decir “qué haces aquí con los años que tienes”.

Ya sé que más de uno o una pensará “lo malo sería no cumplirlos”: es verdad, pero tampoco tardará mucho en cumplirse un año que estoy sin trabajo, y eso no me hace tener ganas de demasiadas celebraciones.


Al mismo tiempo, intento hacer cosas, más que nada para tener la cabeza ocupada, y no falta gente que eso lo considera una pérdida de tiempo. Esos me miran como si me hubiera caído de un árbol porque es verdad que hay que tener moral para hacer esas cosas a cambio de nada.


Esto hace que sienta que no encajo en ninguna parte, pero no sé porqué me preocupo, “esos” tampoco son una maravilla.

Supongo que todas estas lamentaciones serán cosas de la edad. Bueno, ahora llegaré a casa, me quitaré las gafas y me miraré al espejo: comenzaré a contarme las canas, a estirar la piel por donde hay arrugas y… mamá, esconde ese potingue mágico que me dijiste que tenías. Qué le voy a hacer, me siento mayor.


lunes, 12 de mayo de 2014

Cosas que no cambian

Dentro de 14 horas o así, tengo un examen. ¿Y qué estoy haciendo yo? Mirar en un libro de astrología por si las estrellas me quieren indicar el camino.

Los doce signos del Zodíaco.

Y es que a estas alturas ya no sé dónde mirar, porque estoy con ganas de que pase todo.

Constelación de Géminis.

Como buena Géminis que soy, no debería tener ningún problema para enfrentarme a la prueba; se supone que soy un espadachín mental y mi verbo es lacerante pero...

Espadachines.

...a la hora de la verdad, es como que las neuronas se me convierten en granito puro y duro, de ese que la erosión no deshace ni a tiros.

Granito.

Hay cosas que no cambian: el miedo a los exámenes es algo que siempre estará ahí y que creo que no lo voy a superar en la vida. Y peor que el miedo a los exámenes, el pavor a saber la nota. Me dan ganas de salir corriendo.

Miedo, miedo y miedo.

domingo, 4 de mayo de 2014

Amarillo pollito

Yo no sé qué hago a estas horas…, bueno sí, buscando el amarillo pollito para cambiar los colores del blog, para poder leer mejor; sin mejor, para poder leerlo. Y cómo no se me ocurría nada de nada, un amigo me sugirió el amarillo pollito de fondo. Claro, que hasta conseguirlo he aumentado mis nociones de ornitología, pues antes he pasado por el amarillo patito...

Amarillo patito.

el amarillo canario...

Amarillo canario.

el del pájaro de Barrio Sésamo...

Pájaro de Barrio Sésamo.

e incluso el verde loro del Amazonas, de mirada inquietante.


Verde loro del Amazonas.

No sé si lo he conseguido pero…, mejor me callo.

Creo que hoy es el sorteo del día de la madre de la ONCE, y yo llevo un número (no como otros que seguro se han olvidado de comprarlo). A ver si hay suerte y me tocan un par de billetes de color amarillo de billete de 200 euros.

¡¡¡Uauuu!!!

Me vuelvo a la piltra, que toca levantarse a la hora de las gallinas... :(


Pollito.

lunes, 28 de abril de 2014

Cuando menos me lo espere

Hace un par de semanas, me localizó por el Facebook una amiga a la que no veo desde hace 26 años. Aún no nos hemos visto personalmente desde que hemos retomado el contacto, y es que nuestras respectivas ocupaciones complican un poco las cosas; eso sí, hemos intercambiado impresiones por e-mail y por teléfono.

Mientras le daba vueltas a cómo podríamos hacer para encontrarnos sin tener que esperar a que yo termine mi curso, también le he dado vueltas a mi vida y he desenterrado un montón de recuerdos, he comparado mi vida con la de otras personas y no he podido evitar preguntarme si me he conducido bien en la vida.

Por un lado, mi vida no es lo que me hubiera gustado, quizás porque apenas he cumplido mis sueños. Pero, al mismo tiempo, he tenido momentos muy buenos, únicos, que de vez en cuando me recuerdan que, a pesar de las circunstancias y de que no veo esperanza en el horizonte, quizás llegue mi momento cuando menos me lo espere.

Quería tomar prestadas unas palabras de Mario Benedetti que dicen así: “No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento”. Lo mejor es que es verdad.

lunes, 7 de abril de 2014

No es poesía

Qué tristeza cuando las apariencias son sólo las apariencias y el desprecio va parejo al sinsentido.

No se pueden hacer las cosas mal, ni decirlas con vileza, la vida se cobra las afrentas, pero tampoco puede un@ estar cuestionando continuamente lo que hace, esa no es la solución.

Estoy cansada, la vida es injusta, pero todo llega, hasta lo bueno, y ese día me voy a pensar si conozco a alguien, no lo puedo evitar…

He tenido que luchar para que estas líneas no me salieran en verso, sino esto sería infumable. ¿Por qué la poesía fluye tan bien con la pena?

miércoles, 5 de marzo de 2014

Un curso

Ayer lunes empecé un curso nuevo; no es uno cualquiera, sino que es el curso más útil que me han dado en casi diez años. Es de Asistencia a la Edición, y me cuenten lo que me cuenten estoy segura que me gustará porque todo es prácticamente nuevo para mí. Corregiremos textos, aprenderemos a crear folletos, asuntos comerciales, programas de diseño…

Dos días antes decidí cortarme el pelo como un paso más para alcanzar una nueva etapa a la que espero llegar al término de este curso. Era algo que llevaba rumiando unos tres meses, pero me apunté como figurante a una película de Santiago Segura y en las fotos que me hicieron en el casting salía con el pelo largo, en plan macarra, y así me tenía que quedar, al menos mientras estuvieran haciendo la película. Pero han pasado varios meses y, no sólo no me han llamado, sino que he visto que han llamado a Jesulín y a su mujer para aparecer en el largometraje. Cierto es, que Santiago Segura pone rostros populares en sus películas con el fin de atraer al público, pero me ha sentado mal ver, una vez más, que si no eres amiguete de alguien que no te comes una mierda.

Hoy, durante el descanso, tuve ocasión de hablar con varias compañeras (todos somos mujeres menos un chico joven); una de ellas había estado trabajando dieciocho años en una emisora de televisión y se fue a la calle después de un ERE. Ayer vi en la portada de una revista que María José Campanario ha hecho su debut en televisión. ¿Cuál es su mérito? No sé si mi compañera de curso, a la que echaron por el ERE, estará al corriente de esto, pero su caso es, también una vez más, la muestra de que cualquier esfuerzo por formarse para ser un profesional como es debido, en cualquier sector, es algo cada vez más carente de sentido por la falta de sustancia cerebral que se pide ahora para muchos trabajos.

jueves, 13 de febrero de 2014

Una buena conversación

El sábado no me apetecía nada salir y me llamó Sarah para ir a un concierto de los Hobbies; pero entonces parecía que era ella a la que no le apetecía. Le convencí para no quedarnos en casa como dos idiotas y le dije que nos quedábamos sólo dos horas y luego nos íbamos. Además, al día siguiente (por el domingo), yo quería ir a una manifestación de apoyo a los galgos que había en la Puerta del Sol y no era cosa de llegar a casa a las cinco de la mañana y luego levantarme a las diez. Pero, una vez allí, me enteré que también tocarían en un par de temas Eduardo Ramírez y Javier de Juan, de la primera formación de Cadillac, y decidí quedarme hasta el final.

Como suele ocurrir muchas veces, José María Guzmán le invitó a Sarah a cantar Proud Mary y yo me encargué de inmortalizar el momento, con el móvil en una mano y el gin tonic en la otra pero, ainssss, no puedo subirlo al blog porque el archivo pesa demasiado (para otra vez grabaré sólo la mitad de la canción o que canten sólo el estribillo).


La actuación terminó cerca de las tres y Sarah y yo nos fuimos, claro, qué tontería, no nos íbamos a quedar. Creo que llegué a casa a las cuatro y, no sé cómo, conseguí levantarme a las diez y media. Me tomé un café corriendo y me fui.


Cuando llegué a la Puerta del Sol me puse a buscar los galgos y no vi ninguno. “Claro”, pensé, como hace mal tiempo han cancelado la concentración y yo no me he enterado. Entonces me acordé de que tenía Facebook en el móvil y miré… En fin, un despiste lo tiene cualquiera: la manifestación a la que yo quería ir no era hoy, era el 16 (menos mal que no le dije a nadie que se viniera conmigo).

Bueeeno, ya que me había levantado después de dormir tan poco, decidí ir a la Cuesta de Moyano para buscar un libro que le interesa a mi amigo Luis, La Primera Guerra Mundial de Hew Strachan. Para el que no conozca Madrid le diré que la Cuesta de Moyano es una calle de Madrid que está en pendiente, junto al Retiro, y en ella hay unas treinta casetas con libros viejos, nuevos, joyas bibliográficas. Fui preguntando en todas las casetas por el libro, pero en ninguna lo tenían. Encontré libros de historia militar, otros de historia del arte con las letras grabadas en oro, libros de poesía… ¡Juraría que vi una enciclopedia!


Cuando me detuve en una dedicada a los cómics, entablé conversación con el hombre que llevaba el puesto. Estuvimos hablando de Historia, Arte, la Guerra y así estuvimos un buen rato. Tampoco él tenía el libro, pero pasando de un tema a otro, me recomendó varios que de buena gana me hubiera llevado si mi economía me lo hubiera permitido (todo llega). ¿Pude estar quince minutos o veinte? No lo sé, pero disfruté mucho de una charla a la que llegué porque me despisté por correr más que los galgos.


viernes, 31 de enero de 2014

Ruido

Llevo en la biblioteca cosa de dos horas o así. Vine con la esperanza de un poco de tranquilidad para estudiar, porque no hay nada como unos vecinos ruidosos para valorar otras oportunidades de paz. Al rato de llegar y ocupar un sitio con enchufe para el ordenador se han sentado dos adolescentes, que no sé si han venido a estudiar o a ordenar los apuntes o qué leches. Lo cierto es que he tenido que ponerme los auriculares y poner a Bach a todo volumen porque, no sé cómo lo hacen, el trasiego de papeles que se traen es insoportable.

Bach.

Como sigan así, dentro de un rato tendré que pasarme a Beethoven, cuya bendita sordera le impediría enterarse de semejante ruido, pero no le impediría ver la expresión de inteligencia de estas dos niñatas. A ver si el portátil termina de cargarse y me puedo cambiar de sitio.

Beethoven.

lunes, 27 de enero de 2014

Puzzles

Hoy ha sido unos de esos días en que siento que no encajo en ninguna parte. Llamas a alguien, y no puede quedar, y a otros no me atrevo a llamarles por miedo a que no les guste mi plan, eso por no hablar de las ofertas de empleo de las que no cumples las condiciones. Al final, he pasado horas de horas en una hamburguesería, leyendo un poco y aprovechando la conexión wifi. Yo tengo en casa, pero es por variar un poco de aires.



Las personas somos como las piezas de los puzzles, que hay que ir cambiándolas de sitio hasta dar con las piezas con las que encajan. Otra cosa será que al meter las piezas en las cajas, hayan puesto una en la caja equivocada: no puedes forzar la pieza para que encaje, lo suyo sería dar con la caja que le corresponde, pero eso es muy difícil.