lunes, 17 de julio de 2017

Una mujer de su casa

Hoy quiero hablar de una de tantas cosas que justifica la existencia del feminismo. Es sólo una anécdota, pero suficientemente ilustrativo.


Recuerdo que hace tiempo me salió un pretendiente que era viudo. Era piloto, tenía piso, coche y cinco hijos. En qué estaría pensando ese hombre que, el mismo día que nos conocimos, empezó a tirarme los tejos, y a mí no tardaron en entrarme los siete males. Mi madre estaba feliz porque sentía que yo estaba muy sola, pero yo solo tenía ganas de estar en las antípodas. ¿Por qué? El tipo aquel se animó solo a hablar, hablar y hablar, y empezó a soltar flores como "es que te quedas viudo y no tienes quien te lave, quien te planche, quien te cocine...". No faltó algún imbécil que me mortificó diciendo que aquello era un gran partido (por aquello de los viajes gratis) pero para mí no podía ser una burla más hiriente. A mí solo me entraban ganas de llorar. Tanto que nos hablaban en las clases de religión del colegio que el amor esto, el amor lo otro, y al final todo se reduce a hacer de chacha del marido.

¡Qué feliz soy fregando las sartenes!

Hace unos meses, leí en la prensa que Emma Watson, la actriz que interpretaba a Hermione en Harry Potter, decía que "el feminismo es la libertad de poder elegir". Yo añado que esa libertad debe seguir dentro del matrimonio porque, aunque el matrimonio pueda implicar que se renuncie a cosas, nunca debe implicar la renuncia a ser uno mismo, y mucho menos si es para convertirte en Bayeta Woman.

¡Mi maridito me ha comprado una lavadora para que tenga más tiempo de barrer!

Sólo una cosa más. Hace algún tiempo estuve viendo un programa de la Cuatro, First Dates, que presenta Carlos Sobera. Es una buena escuela de psicología. Salió un hombre de mediana edad, grueso, aunque agradable de carácter. La pareja que le habían asignado lo vio desde el comedor y, de inmediato, no quiso saber nada de él. Es más, pasó al lado suya sin dirigirle la palabra. El hombre aquel enseguida dijo que otra vez le rechazaban por su aspecto, es posible. Pero si aquella mujer le hubiera dado la oportunidad de cenar juntos, al final le hubiera rechazado igual, porque él lo que buscaba era alguien que "le lavara, le planchara, le cocine... En fin, una mujer de su casa".

2 comentarios:

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  2. El hombre no puede pensar que, esa mujer a la que dice querer tanto, le corta las alas en su deseo de hacer cosas, que el día de mañana incluso le pueden servir para trabajar y mantener un estatus económico, que no se permitiría si acaso él fallece.

    Una mujer, ni nadie, puede estar en un éxtasis continuo hacia la pareja o hacia los hijos, porque ella misma necesita crearse un punto de vista exterior a su vida habitual, que le proporcione satisfacciones anímicas que, harían más agradable su vida y, en última instante, mejorarían la vida de pareja.

    Sentirse apoyada por el marido es una satisfacción que no tienen la mayoría de las mujeres. El concepto de vida ha cambiado, y ya no se puede esperar de una mujer que esté todo el día en la casa solamente para limpiar y cocinar, y no por eso va a dejar de ser una mujer decentísima.

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