sábado, 22 de octubre de 2011

Cuando una buena noticia no siempre es la mayor alegría

No me había dado cuenta de que llevaba tanto tiempo sin escribir por aquí. La verdad es que he estado ocupada con varias cosas que requerían un poco más de atención: cosas del otro blog, voy haciéndome con los temas que me faltan para la oposición, hasta encuentro sitios donde poder comprar ropa de mi gusto que, parece una tontería, no siempre es fácil a pesar de vivir en una ciudad como Madrid. En muy poco tiempo pasé de una talla 44 a una 38 y, de repente, la mitad de mi ropa no me servía. Ya voy teniendo qué ponerme: quizá me falte alguna chaqueta para el invierno y zapatos, pero tampoco quiero obsesionarme, baste que salga para ir a comprar algo que no lo encuentro. Yo lo que hago es encontrar, que no buscar, y para ello me pongo a callejear por el Centro, por la zona de Sol y perderme por ahí mientras oigo a los músicos callejeros. A veces me paro a escuchar a un violinista rumano que toca a Vivaldi y a Bach, otras me detengo a ver los juegos de magia de un mimo, y me pongo a pensar en muchas cosas, en mucha gente… Un día decidí que podía ir a visitar a mi amiga Nancy, que vive cerca de Saint Louis (Missouri) y me puse a maquinar el viaje: cuadrar las fechas de las vacaciones con la fecha perfecta para hacerlo, que sería enero, después de Reyes; comprar la ropa pensando en el invierno de ahí, que deber ser fino; qué útiles personales puedo llevar; hacer el pasaporte, buscar un vuelo económico… Un montón de embrollos que, todos, son bienvenidos porque necesitaba escaparme de aquí, ver las cosas con distancia, y que mejor que una amiga que me comprende y me ha escuchado siempre. Además, a pesar de mantener el contacto con ella por Internet, no la he visto personalmente desde que vino a España a ver la Expo de Sevilla, así que todo eran motivos para hacer ese viaje.

Pero hace dos días me llega un sms convocándome a una reunión informativa sobre un curso que había pedido hace tiempo y que, si finalmente me lo dan, me puede venir muy bien para encontrar en el futuro un trabajo relacionado con mi profesión (soy profesora). Mientras intento dar con el contacto del centro donde se impartirá el curso para saber con tiempo si el curso y el viaje interfieren entre sí, me entero de un asunto sobre un amigo y me entristezco un montón, y luego me entero por el contacto que se espera que el curso empiece a mediados de noviembre y que durará cuatro meses, con lo cual me aplasta por completo el proyecto del viaje. Claro que, el viaje lo puedo posponer y, de hecho, cuando hablé con Nancy para decirle que quería ir a visitarla le dije que iría a verla el año que viene, y que mi primer intento sería en enero, y si no podía ser pues unos meses más tarde. Y si lo hago más tarde el viaje, tendré más dinero ahorrado y tendré el curso hecho, lo cual me viene muy bien. Pero después de la tristeza que me he llevado hoy, me hubiera venido muy bien hacer el viaje ahora mismo.