martes, 3 de marzo de 2020

Ernesto Cardenal


Andaba yo anoche trasteando unas líneas cuando me enteré de la muerte del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. No creí yo que el fallecimiento de alguien así me diera tanta pena pero me dio, quizás porque tuve la suerte de conocerle allá por junio de 2002, en una conferencia en la Casa de América de Madrid. Estaba muy contenta, porque nunca me había imaginado que llegaría a sentarme tan cerca de alguien así. Tampoco me imaginé que al final de esa conferencia tendría ocasión de aproximarme a D. Ernesto y estrechar su mano. Estaba tan emocionada que, el hombre empezó a mirarme asustado, como si pensara cuando iba a recuperar su mano. Era una especie de Ché Guevara con el pelo blanco y con la poesía como arma.

El recuerdo más recurrente que todos tenemos de Ernesto Cardenal es aquella imagen en la que el equipo de gobierno revolucionario sandinista recibió a Juan Pablo II en el Aeropuerto Internacional de Managua durante su visita en marzo de 1983. Entre los miembros de ese gobierno estaba el poeta, entonces ministro de Cultura y representante destacado de la teología de la liberación. El papa no aprobaba la implicación política de Cardenal, y la imagen del papa echándole la bronca al poeta dio la vuelta al mundo, pero sirvió de muy poco porque, un año después, Juan Pablo II lo suspendió “a divinis”, o lo que es lo mismo, Ernesto Cardenal no podía ejercer como sacerdote. Hubo que esperar a 2019 para que esa suspensión quedara revocada por otro papa, Francisco. Pero todo hay que decirlo: hacía tiempo que Cardenal había hablado ya de “la revolución perdida”.

Y recordé cómo supe del poeta. Cuando era adolescente y todavía existía Galerías Preciados yo solía pasear por la sección de regalos cursis que nos suelen gustar a esa edad. Había uno que me llamó la atención por su forma de destacar sobre un montón de cosas a las que ahora no encontraría sentido; era un sencillo paño de fieltro blanco con una varilla para colgar de la pared, y una poesía:

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Versos así dan sentido a la vida, necesitamos más poesía. Hasta siempre, D. Ernesto.

Ernesto Cardenal. Fotografía obtenida de la web de Radio Galilea (radiogalilea.com.ar)