viernes, 27 de mayo de 2011

La revisión ginecológica


Hace tres días que me hice la última de las pruebas de la revisión ginecológica, ahora tengo que esperar a que me reciba el especialista, a finales de junio, para que me dé el resultado. Supongo que me llamarán antes si ven algo en la mamografía, aunque no creo, porque sino me lo hubieran dicho en el momento. C… en diez, como duele, como si me las hubiera pillado con la puerta. Pero es necesario, y también el examen que nos hacen por los “Países Bajos”: a ninguna le gusta que la toque alguien que no sea su novio. Y no hablemos del análisis de sangre: te clavan una estaca en la vena y por cada tubito que te quitan te aprietan la aguja un poco más: a mí me quitaron cuatro. Por un momento creí que la aguja saldría por el codo, pero no fue así. Todavía me duele…

A lo que iba. Las pruebas ginecológicas son un rollo, sólo la burrocracia (no es errata) hace que te apetezca echarte atrás y no hacer nada, pero hay que hacerlo, no sea que luego vengan las lamentaciones.

sábado, 14 de mayo de 2011

Cuando son los demás los que no han tenido suerte


Estoy en mi puesto de trabajo justo después de comer, con un sueño horrible. De vez en cuando, tomo unos sorbos de refresco con cafeína en un intento de no dormirme. Como no tengo reloj de pulsera, miro de reojo la hora que indica el móvil, porque en ningún lugar de mi pantalla veo algo que me haga saber en qué tiempo vivo. Esto no está mal, pero cuando pasan las horas y no se hacen encuestas resulta descorazonador. Pero tampoco me estoy quejando: no han renovado a todos los compañeros a los que nos vencía el contrato a finales de abril. Y, además, son compañeros que trabajan bien, que me ayudaron cuando no me apañaba con el ordenador y también me enseñaron varios trucos para sacar adelante las encuestas. Me sabe mal la situación que se ha creado. Desde aquí quiero desearles que encuentren un trabajo a la mayor brevedad posible.

martes, 3 de mayo de 2011

¡Que vivan los novios!

Lo confieso, estas cosas me encantan. Y aunque a mí no se me ha perdido nada en este asunto, me las apañé para ver un poco de la transmisión en directo, he visto todas las redifusiones que he podido, y me he estudiado el Hola de cabo a rabo. ¿De qué estoy hablando? Supongo que a estas alturas ya os habréis dado cuenta… De qué va a ser, de la boda de Guillermo de Gales y Kate Middleton, que se casaron el viernes 29 de abril en la abadía de Westminter.


Tengo que decir que me ha encantado, y es que yo para estas cosas soy muy british. Guillermo, que iba con el uniforme de la Guardia Irlandesa, estaba muy guapo. Kate, perdón, Catherine, llevaba un vestido precioso, que recordaba al que en su día llevó Grace Kelly y, por qué no decirlo, al que vistió Belén Esteban.


Su Graciosa Majestad Isabel II (a mí me intriga porqué eso de “Graciosa” si esta mujer no tiene ni pizca de gracia) iba con un traje del que podría decirse que le han cambiado el color con el photoshop, porque, a decir verdad, el modelo parecía igual a los que lleva siempre, solo que esta vez era amarillo pollito. Pero, a su manera, se la veía feliz. Le concedió a los recién casados el título de Duques de Cambridge.


Del resto de los asistentes, cabe decir que entre las damas predominaron los tonos pasteles (se ve que entre las invitadas filtran la consigna de ir en determinados colores) y entre los hombres se vistió con frac y con uniformes de los diferentes ejércitos.

Como no, no faltó quien dio la nota, yo no sé si pretendiéndolo o no: me refiero a las hijas de Sarah Ferguson. ¡De dónde habrán salido esos tocados, sobre todo el de la mayor! (y es que encima no se le cae). ¿Es que nadie les avisó de que iban a un sitio serio? Válgame Dios, esperemos que cuando se casen elijan un poco mejor.


Bueno, yo ví la boda porque tenía ganas de ver algo bonito, algo feliz. Esperemos que siga siéndolo. Y que nosotros lo seamos también.