jueves, 13 de febrero de 2014

Una buena conversación

El sábado no me apetecía nada salir y me llamó Sarah para ir a un concierto de los Hobbies; pero entonces parecía que era ella a la que no le apetecía. Le convencí para no quedarnos en casa como dos idiotas y le dije que nos quedábamos sólo dos horas y luego nos íbamos. Además, al día siguiente (por el domingo), yo quería ir a una manifestación de apoyo a los galgos que había en la Puerta del Sol y no era cosa de llegar a casa a las cinco de la mañana y luego levantarme a las diez. Pero, una vez allí, me enteré que también tocarían en un par de temas Eduardo Ramírez y Javier de Juan, de la primera formación de Cadillac, y decidí quedarme hasta el final.

Como suele ocurrir muchas veces, José María Guzmán le invitó a Sarah a cantar Proud Mary y yo me encargué de inmortalizar el momento, con el móvil en una mano y el gin tonic en la otra pero, ainssss, no puedo subirlo al blog porque el archivo pesa demasiado (para otra vez grabaré sólo la mitad de la canción o que canten sólo el estribillo).


La actuación terminó cerca de las tres y Sarah y yo nos fuimos, claro, qué tontería, no nos íbamos a quedar. Creo que llegué a casa a las cuatro y, no sé cómo, conseguí levantarme a las diez y media. Me tomé un café corriendo y me fui.


Cuando llegué a la Puerta del Sol me puse a buscar los galgos y no vi ninguno. “Claro”, pensé, como hace mal tiempo han cancelado la concentración y yo no me he enterado. Entonces me acordé de que tenía Facebook en el móvil y miré… En fin, un despiste lo tiene cualquiera: la manifestación a la que yo quería ir no era hoy, era el 16 (menos mal que no le dije a nadie que se viniera conmigo).

Bueeeno, ya que me había levantado después de dormir tan poco, decidí ir a la Cuesta de Moyano para buscar un libro que le interesa a mi amigo Luis, La Primera Guerra Mundial de Hew Strachan. Para el que no conozca Madrid le diré que la Cuesta de Moyano es una calle de Madrid que está en pendiente, junto al Retiro, y en ella hay unas treinta casetas con libros viejos, nuevos, joyas bibliográficas. Fui preguntando en todas las casetas por el libro, pero en ninguna lo tenían. Encontré libros de historia militar, otros de historia del arte con las letras grabadas en oro, libros de poesía… ¡Juraría que vi una enciclopedia!


Cuando me detuve en una dedicada a los cómics, entablé conversación con el hombre que llevaba el puesto. Estuvimos hablando de Historia, Arte, la Guerra y así estuvimos un buen rato. Tampoco él tenía el libro, pero pasando de un tema a otro, me recomendó varios que de buena gana me hubiera llevado si mi economía me lo hubiera permitido (todo llega). ¿Pude estar quince minutos o veinte? No lo sé, pero disfruté mucho de una charla a la que llegué porque me despisté por correr más que los galgos.