martes, 22 de enero de 2013

Historia de una galga


El jueves al salir el trabajo oí el rumor de que habían cortado el servicio en alguna línea de Metro porque había un perro suelto por las vías; me pareció una historia alucinante. Pensé que igual se trataba de alguna manera nueva de sabotear el servicio, como si fuera una nueva manera de hacer huelga.

Imagen de la galga antes de morir atropellada. Ahora estará al otro lado del arco iris.

Con el paso de las horas me pude informar mejor. Se trataba de una galga que se había escapado, de alguna manera se había colado en las vías del metro. En los días siguientes, supe que Metro de Madrid no estaba poniendo facilidades para rescatarla. Y hacerlo no era sólo una cuestión de “humanidad” sino que, cuando hay “algo” que de alguna manera puede obstaculizar el servicio, Metro de Madrid está obligado a detener el servicio y poner solución a ese “algo”: lo dicen sus normas, puede haber peligro. Esta vez se trataba de una galga asustada, pero Metro de Madrid no consideró que fuera suficiente motivo, no respetaron sus propias normas.

El sábado por la tarde se localizó el cuerpo de la galga: había muerto arrollada por un tren del metro. En ese momento, y ante la desaprobación de personal de Metro de Madrid, dos mujeres bajaron a la vía para recuperar el cuerpo del animal. ¿Animal? Entre los sinónimos que podemos encontrar en cualquier diccionario se encuentran bestia, fiera, ignorante, zopenco. ¿Acaso era una fiera ese pobre animal asustado? ¿Era una bestia de la que se debiera tener miedo? Más bestia fueron las personas que no ayudaron pudiendo ayudar, las que no hicieron más que poner dificultades para rescatarla. Ignorantes también, porque todo lo que se hace mal se paga.

Está claro que Metro de Madrid, se ha lucido. A sus jefes por asquerosos (no puedo decir algo más educado), a sus empleados por no tener valor para parar el servicio (para una huelga si hay valor ¿no?): que no me pidan que les apoye en ninguna reivindicación más. Perrita, perdónalos tú, porque yo no puedo.

viernes, 18 de enero de 2013

Feliz Año..., eso espero


Feliz Año. Ya sé que de eso hace más de dos semanas pero estuve de mudanza. Es curioso lo que se encuentra cuando abres los cajones a los que no hacías caso hace tiempo. Fotos que creía perdidas, la pulserita que me pusieron en la maternidad cuando nací (pesé al nacer unos 3,5 kilos), los cables de la impresora que perdí dos mudanzas atrás y que he vuelto a meter en vete a saber qué caja… Hasta apareció una antigua agenda de teléfonos: igual le pego un susto a alguien, como si fuera un fantasma del pasado; claro que, también podían haberme llamado ellos ¿no?

Luego me he centrado en disfrutar de los últimos días de mi último trabajo, como casi de costumbre de grabadora de datos, esta vez para una importante cadena de supermercados. Qué lástima: bien situado, bien pagado y, como casi todo, no ha sido eterno. De pronto, me he dado cuenta que más de un compañero tenía malestar general: nos vamos mañana y después no sabemos cómo sigue la cosa. Pero, en algún momento, se tiene que terminar la incertidumbre.