jueves, 25 de agosto de 2016

Puajjjj, qué asco

Mira que hay gente guarra. Hace unos días, al salir del trabajo (sí, estoy trabajando), vi cómo se iba delante de mis narices uno de los buses que, por la época del año que es, tienen una frecuencia indecente. Llegué a la parada y, con una aplicación del móvil, vi cuándo llegaba el siguiente. Derrotada al ver que aún iba a tardar 57 minutos (y eso si iba, porque a veces parece que los buses son abducidos) me dejé caer sobre el cristal de la marquesina. De pronto, noté en mi brazo algo pegajoso y, en mi inocencia, pensé que habría fiestas o alguna actuación y que aquello sería pegamento de algún cartel caído antes de tiempo.

Me puse firmes y miré al cristal... Para qué tuve que mirar, si por algo dicen que la curiosidad mató al gato, en este caso de asco. Había un escupitajo pegado al cristal a modo de masa traslúcida que se había derretido un poco y que fue escurriéndose por el cristal hasta que paró cual lava volcánica (hubiera preferido la lava).

En cuanto llegué a casa me enjaboné el brazo bien enjabonado, y después de enjuagarme, vacié un bote de alcohol dándole a mi brazo un brillo momentáneo y un olor aséptico. Ahora, la pregunta es: ¿quién puede ser tan cerdo o cerda para dejar expuestas semejantes manifestaciones guturales a la vista de los viajeros desesperados? Encima yo, que por mi estatura no llego a ninguna parte, esta vez llegué al pollo y la impresión se me quedó incrustada en la piel y en el cerebro.

En fin, como me dijo mi madre "a ver si tienes más cuidado lo próxima vez, y tampoco te sientes en el banco de la marquesina, porque una vez se te quedó pegado un chicle rosado a unos vaqueros que estabas estrenando".


lunes, 1 de agosto de 2016

Por encima del hombro

Entre el grupo de personas a las que conozco, hay alguien que tiene una profesión diferente a la que me dedico yo. Solo voy a decir que es una profesión bonita, pero eso le hace creerse con derecho a pasar a mi lado como si yo no estuviera. También hay una persona que trabaja en algo más duro, y cada vez que me ve, no desaprovecha la ocasión de soltarme un sarcasmo, como si el hecho de estudiar lo que puedo para cuando me salga un trabajo, que no significara nada.

Pero la suerte de la gente puede cambiar, la mía por ejemplo. En el momento de escribir estas líneas, puedo decir que he trabajado un mes en una empresa, y estoy muy agradecida porque me han tratado como una persona más, no como el último mono. Además, he aprendido muchas cosas que me pueden servir para nuevos trabajos. Y ahora me han contratado un mes para otro.

Confío en que todo esto sea el principio de una buena racha, que ya me toca. A mucho nos cuesta sentirnos personas sin un trabajo, pero lo somos. Y cuando lo tenemos nos sentimos más fuertes que nadie, y nadie se atreve a mirarnos por encima del hombro.