Ya sé que tengo abandonado este blog. En realidad no es
así, sino que escribo muchas cosas que al final no me decido a publicar porque
no se puede decir todo lo que se piensa.
Llevo dos meses que han sido algo diferentes a los
anteriores porque he tenido que ayudar a mi madre a hacer unas gestiones que
nos han llevado a las dos de un lado para otro. Si no fuera por eso, mis días
hubieran sido todos iguales a los meses anteriores. Pero el jueves, algo
cambió.
Nada más pasar el control de seguridad de un destartalado
edificio, me sonó el teléfono. Pensé que sería mi madre para pedirme que
llevara el pan para comer, pero me llamaban para una oferta de empleo.
Después de la sorpresa inicial, analicé la situación. De
momento, solo era una entrevista, aún no era una oferta en firme, pero la
perspectiva de las cosas ya era algo diferente. Una entrevista que podía ser el
principio de un cambio en mi vida.
Pero no pude evitar pensar en la otra cara de la moneda.
En milésimas de segundos, me acordé de mucha gente. Me acordé de todos esos que
me dieron la espalda y me dejaron esperando una llamada que nunca se produjo o
un email que nunca llegó. Esos fueron los primeros en hacer leña del árbol
caído porque siempre resulta más cómodo que derrumbar el árbol cuando está
agarrado a la tierra. Una forma de sentirse fuertes cuando, en realidad, no lo
son.
La entrevista tuvo lugar el viernes y, si no me vuelven a
llamar, nada pierdo porque nada tengo. Si lo consigo supongo que me saldrán
amigos donde no los tenía, primos que no sabía que existían y personas que en
su momento se tomaron la libertad de decirme lo que tenía que hacer con mi vida,
cuando en las suyas había mucho más que arreglar… Esos serán los primeros que
se pondrán para la foto, justo después de hacer un lavado rápido a sus
conciencias.
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