Ayer lunes empecé un curso nuevo; no es uno
cualquiera, sino que es el curso más útil que me han dado en casi diez años. Es
de Asistencia a la Edición, y me cuenten lo que me cuenten estoy segura que me
gustará porque todo es prácticamente nuevo para mí. Corregiremos textos,
aprenderemos a crear folletos, asuntos comerciales, programas de diseño…
Dos días antes decidí cortarme el pelo como un paso
más para alcanzar una nueva etapa a la que espero llegar al término de este
curso. Era algo que llevaba rumiando unos tres meses, pero me apunté como
figurante a una película de Santiago Segura y en las fotos que me hicieron en
el casting salía con el pelo largo, en plan macarra, y así me tenía que quedar,
al menos mientras estuvieran haciendo la película. Pero han pasado varios meses
y, no sólo no me han llamado, sino que he visto que han llamado a Jesulín y a
su mujer para aparecer en el largometraje. Cierto es, que Santiago Segura pone
rostros populares en sus películas con el fin de atraer al público, pero me ha
sentado mal ver, una vez más, que si no eres amiguete de alguien que no te comes una mierda.
Hoy, durante el descanso, tuve ocasión de hablar con
varias compañeras (todos somos mujeres menos un chico joven); una de ellas
había estado trabajando dieciocho años en una emisora de televisión y se fue a
la calle después de un ERE. Ayer vi en la portada de una revista que María José
Campanario ha hecho su debut en televisión. ¿Cuál es su mérito? No sé si mi
compañera de curso, a la que echaron por el ERE, estará al corriente de esto,
pero su caso es, también una vez más, la muestra de que cualquier esfuerzo por
formarse para ser un profesional como es debido, en cualquier sector, es algo
cada vez más carente de sentido por la falta de sustancia cerebral que se pide
ahora para muchos trabajos.
Salió en el programa de Pablo Motos, no lo hubiera esperado de él.
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