El sábado no me apetecía nada salir y me llamó Sarah para
ir a un concierto de los Hobbies; pero entonces parecía que era ella a la que
no le apetecía. Le convencí para no quedarnos en casa como dos idiotas y le
dije que nos quedábamos sólo dos horas y luego nos íbamos. Además, al día
siguiente (por el domingo), yo quería ir a una manifestación de apoyo a los
galgos que había en la Puerta del Sol y no era cosa de llegar a casa a las
cinco de la mañana y luego levantarme a las diez. Pero, una vez allí, me enteré
que también tocarían en un par de temas Eduardo Ramírez y Javier de Juan, de la
primera formación de Cadillac, y decidí quedarme hasta el final.
Como suele ocurrir muchas veces, José María Guzmán le
invitó a Sarah a cantar Proud Mary y yo me encargué de inmortalizar el momento,
con el móvil en una mano y el gin tonic en la otra pero, ainssss, no puedo
subirlo al blog porque el archivo pesa demasiado (para otra vez grabaré sólo la
mitad de la canción o que canten sólo el estribillo).
La actuación terminó cerca de las tres y Sarah y yo nos
fuimos, claro, qué tontería, no nos íbamos a quedar. Creo que llegué a casa a
las cuatro y, no sé cómo, conseguí levantarme a las diez y media. Me tomé un
café corriendo y me fui.
Cuando llegué a la Puerta del Sol me puse a buscar los
galgos y no vi ninguno. “Claro”, pensé, como hace mal tiempo han cancelado la
concentración y yo no me he enterado. Entonces me acordé de que tenía Facebook
en el móvil y miré… En fin, un despiste lo tiene cualquiera: la manifestación a
la que yo quería ir no era hoy, era el 16 (menos mal que no le dije a nadie que
se viniera conmigo).
Bueeeno, ya que me había levantado después de dormir tan
poco, decidí ir a la Cuesta de Moyano para buscar un libro que le interesa a mi
amigo Luis, La Primera Guerra Mundial
de Hew Strachan. Para el que no conozca Madrid le diré que la Cuesta de Moyano
es una calle de Madrid que está en pendiente, junto al Retiro, y en ella hay
unas treinta casetas con libros viejos, nuevos, joyas bibliográficas. Fui
preguntando en todas las casetas por el libro, pero en ninguna lo tenían.
Encontré libros de historia militar, otros de historia del arte con las letras
grabadas en oro, libros de poesía… ¡Juraría que vi una enciclopedia!
Cuando me detuve en una dedicada a los cómics, entablé
conversación con el hombre que llevaba el puesto. Estuvimos hablando de
Historia, Arte, la Guerra y así estuvimos un buen rato. Tampoco él tenía el
libro, pero pasando de un tema a otro, me recomendó varios que de buena gana me
hubiera llevado si mi economía me lo hubiera permitido (todo llega). ¿Pude
estar quince minutos o veinte? No lo sé, pero disfruté mucho de una charla a la
que llegué porque me despisté por correr más que los galgos.
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