lunes, 8 de noviembre de 2010

Lua

Esta preciosidad que veis en las fotos es Lua, una gata callejera que unas amigas recogieron de un asilo para animales en Sevilla.

Lua apoltronada en mi edredón.

Como no van a poder estar en su casa algún tiempo, Lua está pasando una temporada en la mía. Yo que he tenido perro durante once años, tengo que reconocer que estar con un gato está siendo toda una experiencia. Pensaba que estos felinos eran animales fríos e interesados, y algo de eso hay, porque no se dejan coger cuando te apetece y te siguen a la cocina para que les des alguna golosina: tiene un paté especial para gatos que un día casi me unto en el pan por error (aunque la verdad es que huele bien).

Lua a punto de saltar sobre mi comida.

Lo cierto es que Lua es muy mimosa: cuando estoy en el sofá con el portátil la gatita se acerca para que la acaricie el lomo y  las almohadillas de las patas y luego me mira: sus ojos son amarillos aunque a veces son también son verdes. Dormimos juntas; no es que yo duerma con ella, sino que ella duerme conmigo: parece que espera para a que me quede frita para despertarme mulléndome la barriga durante un buen rato. Otras veces simplemente se apoltrona en mis piernas o detrás de mi cuello (por no mencionar otros sitios).

Lua ya lleva conmigo un mes, pero antes de una semana ya se había adueñado del dormitorio y de mi edredón, su sitio favorito. Yo todavía no estoy preparada para tener una mascota propia, la pérdida de Trasgo fue muy dolorosa, pero estoy segura que a Lua la echaré de menos cuando se la lleven otra vez sus dueñas.

Lua, dueña y señora del dormitorio.

6 comentarios:

  1. La familia de una buena amiga tenía en su pueblo una muy numerosa colonia de gatos. Entre ellos los había de todo carácter, desde orgullosos despectivos hasta dulces cariñosos. Todos los seres vivos somos un poco "yonkis" del afecto, hasta los gatos.

    ResponderEliminar
  2. Señor Conde, me gusta mucho su observación sobre el cariño, pero que poca gente tiene el valor de reconocerlo.

    ResponderEliminar
  3. Me he leído todas las entradas de tu blog (para mi es fácil, por mi condición de lector compulsivo) y me sentí mal cuando contaste que Trasgo había muerto.

    No tengo perro ni gato, tengo dos hijos de 10 y 6 años. Es una experiencia maravillosa vivir con niños (y agotadora) quizá por eso me niego a tener animales en casa. Es más,intento no desarrollar ningún sentimiento hacia los animales que no sea el deseo de que todo el mundo que tenga uno en casa lo tenga en condiciones óptimas y con el cariño del que sea acreedor.

    No pienses que no me gustan los animales, es que mis hijos llegaron antes. Ahora mis hijos quieren un perro, yo me resisto; no se cuanto tiempo podré aguantar la presión.

    Saludos desde el sur.

    ResponderEliminar
  4. Qué paciencia, Mario, leer todas las entradas. Por otra parte, te diré que me has emocionado al mencionar a mi perrito, ¡y que has escrito bien su nombre! De lo de llevar un perro a tu casa, no sé muy bien qué decirte. Piensa que es muy sacrificado, y suele ocurrir que termina ocupándose de él todo el mundo menos su dueño (Trasgo antes era de mi hermana y en seguida me lo encajó). Pero al mismo tiempo, son animales que dan muchas satisfacciones y, a veces (muchas quizás), dan mejor resultado que las personas.

    ResponderEliminar
  5. Sin comentarios.

    http://www.diariodejerez.es/article/jerez/835912/historias/dolor/hueso/y/pellejo.html

    ResponderEliminar
  6. Menos mal que todavía queda gente como las hermanas Solera.

    ResponderEliminar