A veces parece que la vida está en un punto muerto: no se retrocede pero
tampoco se avanza. Es una situación extraña, en la que se siente una mezcla de
sosiego e intranquilidad. Sosiego porque no pasa nada, y al no pasar nada no
pasan cosas malas. Intranquilidad, porque al no pasar nada, aunque no pasan
cosas malas tampoco pasan buenas. Es el momento de tirar hacia delante: lo malo
es no tener muy claro hacia dónde. En ese momento se necesita paz y sosiego
para poder pensar, poner orden en las ideas y que vayan fluyendo poco a poco
las soluciones (yo lo hago así, o por lo menos lo intento).
Pero no: los que fluyen como si fueran una inundación son los maldit@s
entrometid@s, que te aturden con la primera estupidez que se les pasa por los
pies (porque si se les hubiera pasado por la cabeza se habrían callado),
dándote de cualquier manera unas indicaciones que no les has pedido. Y si sólo
fuera una vez, todavía se puede aguantar, y si no se aguanta se pasa de lo que
digan. Pero insisten, te aturden una vez, y otra, y te vuelven a preguntar qué
pasa... ¡Qué les importa! Al final acabas cabreado, con tus ideas peor que
antes, y sin nadie que de verdad te oriente como necesitas.
Es todo muy subjetivo Luisa, tal vez en la idea de ayudar hay estorbo, pero eso solo lo sabe la otra persona.
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