Esta
semana he empezado en un trabajo nuevo en el que había depositado muchas
ilusiones. Por necesidades de la empresa, mi formación se ha visto reducida a
cuatro días, cuando lo habitual son dos semanas. Esto no tendría porqué ser un
problema si mi instructora (mi compañera de trabajo) se hubiera tomado la
molestia de prestarme la debida atención en vez de ponerse a organizar el fin
de semana próximo cuando todavía es lunes. El sábado será mi segundo día sola
en el puesto asignado -de cara al público- y esta persona se habrá ido a bailar
sin el más mínimo remordimiento por haberme enseñado mejor cómo va a ser su fin
de semana que cómo debo hacer mi trabajo. Quedaré como una imbécil.
viernes, 26 de febrero de 2010
Sola ante el cliente
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