viernes, 26 de febrero de 2010

Sola ante el cliente


Esta semana he empezado en un trabajo nuevo en el que había depositado muchas ilusiones. Por necesidades de la empresa, mi formación se ha visto reducida a cuatro días, cuando lo habitual son dos semanas. Esto no tendría porqué ser un problema si mi instructora (mi compañera de trabajo) se hubiera tomado la molestia de prestarme la debida atención en vez de ponerse a organizar el fin de semana próximo cuando todavía es lunes. El sábado será mi segundo día sola en el puesto asignado -de cara al público- y esta persona se habrá ido a bailar sin el más mínimo remordimiento por haberme enseñado mejor cómo va a ser su fin de semana que cómo debo hacer mi trabajo. Quedaré como una imbécil.

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