En fin, el trabajo al que opté semanas atrás se lo dieron
a otra persona y, por primera vez en mucho tiempo, fue una asignación justa,
aunque claro, me hubiera gustado que contaran también conmigo.
Sigo la búsqueda de empleo. Las ofertas se repiten día tras
día, semana tras semana… No salen cosas nuevas. Suena una llamada: me ofrecen
un trabajo de un día para sustituir a una chica que se toma unas vacaciones
aprovechando un puente. Ese día luego serán tres por motivos familiares de esa
persona.
Esos tres días me están sirviendo para refrescar aspectos
importantes de mi experiencia de cara a trabajar en una oficina, y también, por
qué no decirlo, pulir aspectos en los que estoy verde, y no porque algo se me
dé rematadamente mal, sino porque al no haber trabajo una se oxida.
Pero, por el hecho de insistir en que son tres días, no
quiero que parezca que hay por mi parte sarcasmo de algún tipo. Antes bien, hay
gratitud porque he tenido la suerte de ir a parar a un sitio con buen ambiente
y al que no se tarda mucho en llegar.
Si insisto en que son tres días es porque,
desgraciadamente, no falta quien no se da cuenta que, el que sean pocos días de
trabajo remunerado, forma parte de la realidad de aquellos cuya ocupación consiste en
buscar trabajo de manera gratuita. Y si, ni siquiera te dan esos tres días, lo más probable es que
te digan “¿tú estás buscando?”