Cuando estaba en el instituto me mandaron leer las Cartas marruecas, de José Cadalso. Digo
mandaron, porque hasta entonces, yo no sabía ni que existió ese hombre, y lo
mismo no lo hubiera hecho por voluntad propia; no me pareció que aquello
tuviera muy buena pinta. Pero el libro me gustó y de aquella lectura aprendí
que hay cosas que, aunque una sociedad evolucione, siempre siguen ahí y no
cambian: me refiero a ciertos matices de la estupidez humana.
Pasaron los años, y hace no mucho viví una circunstancia
que me recordó el contenido de una de esas cartas.
La busqué para dar fuerza a unas palabras que quería escribir, pero no la
encontré, quizás mis recuerdos estaban difusos, quizás porque ya han pasado…
suficientes años desde entonces. Quizás no era ese libro o ni siquiera ese
autor, pero la idea sí era.
Luego pensé que no merecía la pena releer ese libro de
cualquier manera solo para demostrarle a una persona que no es más que otros,
eso es darle poder. Así que voy a seguir mi ritmo de vida habitual, a leer lo
que me gusta y de la forma que me apetece, sin hacer caso a los que me dicen lo
que tengo que hacer con mi vida ni a los que no me valoran porque no tengo lo
que ellos, aunque sí me gustaría que en el año entrante mi vida sea un poquito
mejor de lo que ha sido el año saliente, que ha sido una mierda (no pido
perdón, no quiero).
En fin, se acaba el año y se acaba el café, tengo que
dormir. Feliz 2015.