lunes, 11 de febrero de 2013

En punto muerto


Ahora mismo estoy como en un punto muerto. Mi situación no se mueve hacia ninguna parte. Ya arreglé los papeles del paro, todos los días puedo enviar, al menos, una solicitud de empleo. De alguna manera parece que la cosa empieza a moverse, pero no se mueve. Por momentos, siento que estoy dando palos de ciego. Lo único que hago todos los días es estudiar el alemán, pero por el gusto de hacerlo, no porque tenga planes de ir a Alemania. Estando las cosas como están, lo mismo la Merkel se pone chula y devuelve de una patada en el culo a todos los españoles que han estado viajando para trabajar allí.

Bandera de Alemania.

Hay que ver lo que hace tener demasiado tiempo para pensar. Ayer, en uno de mis sempiternos paseos al centro de Madrid, me puse a dar vueltas por las diferentes tiendas de música de la zona de Sol para comprarme un afinador para el violín. A ver, que no es que me haya dado un flus en la cabeza y haya pensado en hacer carrera en el Metropolitan, es que en mi cuarto no tengo sitio para la guitarra y me he cogido un violín que tenía muerto de risa y que, está claro, es más pequeño que la guitarra. La guitarra la volveré a coger cuando se me ocurra cómo ordenar mi cuarto, que es algo así como una partida de Tetris conmigo dentro, sólo que ahora no me apetece terminar la partida.

Afinador que me compré.

Volviendo al tema del violín: hace años que no lo cojo y no sé si seré capaz de hacerlo sonar. El Cumpleaños Feliz supongo que sí, y el Cinco Lobitos supongo que también. Lo j….. es afinarlo; lo suyo sería haberme comprado un afinador cromático, pero me parecía un disparate el precio (creo que eran cerca de 20 euros), así que me conformé (qué remedio) con uno que parecía un mirlitón y que no llegaba a los dos euros. Qué pena de afinador, pero por algo se empieza.

Afinador que me hubiera gustado comprarme.

Es curioso. En la tienda donde entré a comprármelo había delante de mí una señora que, además de comprarse una funda para su guitarra hiper-mega-fashion, también se estaba comprando un afinador. Me contó que hacía muchísimos años que no tocaba porque nunca aprendió a afinar, y que ahora, que vio a su sobrino tocar la guitarra, que le habían entrado ganas también a ella. No sé si ahora se animará a continuar de verdad con la guitarra, pero el afinador que se llevó ya me hubiera gustado a mí.

La víctima.

En fin, la crisis nos hace hacer cosas muy raras…

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