Ayer estuve en una de las
concentraciones que han tenido lugar hasta ahora para protestar por los casos
de corrupción en la cúpula del partido que está en el Gobierno. No tengo ni
idea cuántos éramos, pero sí que éramos muy ruidosos. Después de estar un buen
rato ante su sede en Madrid, bajamos por la calle San Bernardo hasta Gran Vía y
de allí hasta Alcalá, frente al Banco de España, lugar donde dejé la
concentración porque no me encontraba bien.
En todo momento, toda la gente se
comportó con corrección, tanto Fuerzas de Seguridad del Estado como
manifestantes, aunque yo (debo reconocerlo) tenía miedo: todos sabemos que
nunca se sabe cómo acaban estas cosas. A lo largo del camino, muchos conductores
daban bocinazos para indicar su apoyo a los manifestantes, y otras personas nos
aplaudían al paso por las diferentes calles.
Un rato después de retirarme y tirar
hacia Sol, pasé junto a un grupo de cuatro personas, bien arregladas aunque sin
estridencias, salvo una mujer, que iba muy puesta. Estaban preguntándose cuál
era el motivo de la manifestación, cuando a esa mujer se le ocurrió afirmar
mientras se reía “deben ser de los que dicen «queremos más»”.
No señora, no queremos más. Queremos lo
que es justo: no necesitamos ropa cara como la que llevaba usted, ni comer en
restaurantes de lujo, ni bolsos caros (yo aún tengo la mochila que me regalaron
en el Congreso de los Diputados hace creo que tres años, porque no tengo dinero
para comprarme bolsos). Mañana tengo que ir al Inem para reanudar mi prestación
por desempleo, y me van a decir cuánto tiempo me queda. Después tendré que
pedir una ayuda que, cuando se acabe (si me la dan), me quitará mi derecho a
tener médico, porque ahora, si no tienes paro y no tienes ayuda, no tienes
médico, así hayas estado trabajando años de años.
Señora, antes de decir estupideces que
ofenden, por favor, cállese.