sábado, 6 de agosto de 2011

Cómo hemos cambiado

Hace unos días tuve ocasión de pasar unas pequeñas vacaciones con unos sobrinos. Ulises, de 11 años, es un gran conversador; Darío, de 5 y ahijado mío, es muy cariñoso: se pasó casi todo el tiempo diciéndome “tía, te quiero mucho”. Micaela cumplirá 2 añitos a finales de septiembre y es una mandona. Aitana tiene 2 años y medio y es muy tímida, pero después de un rato se acerca a la gente. Pero el que más me ha llamado la atención fue Darío ¿y por qué? Porque es quien me ha hecho ver lo que puede cambiar una persona con las desilusiones de la vida. Si subíamos a un trenecito y veía una niña comiéndose unas patatas no tenía problema en pedirle una; si veía a unos niños jugando en el parque se acercaba y les preguntaba si podía jugar…


Darío no tenía ningún inconveniente en tomar la iniciativa si quería algo, y no tenía miedo al no. Esa actitud la he perdido hace mucho tiempo; hay cosas, muchas cosas que me pierdo por miedo al no, por miedo al rechazo. Y lo mismo no me corto un pelo en lo referente al trabajo, pero a la hora de tratar con la gente, hay veces que prefiero quedarme sola a llevarme una desilusión. Ojalá Darío no cambie nunca.

2 comentarios:

  1. Querida Ludovica:
    "El fracaso más grande es no haberlo intentado", te lo dice un aficionado a los proverbios chinos, un prudente de narices que deja pasar muchas oportunidades por miedo al fracaso. Pero qué vamos a hacer, los tímidos somos así, ¿verdad?

    Saludos desde el sur.

    ResponderEliminar
  2. Esto que dices, Mario, me recuerda a eso que muchas veces decimos los occidentales "cuántas cosas que no hemos hecho haríamos si volviera el tiempo atrás".

    ResponderEliminar