Andaba yo encerrada en mis pensamientos, digo encerrada porque nadie me hubiera sacado de allí si lo hubiese intentado. Estaba preocupada por cosas que igual en el futuro me hacen gracia pero ahora no. Y de pronto una cara sonriente me pregunta: «¿Te acuerdas de mí?». ¡Claro que me acordaba de ella! Intercambiamos recuerdos de forma rápida porque a las dos nos esperaban. Nunca un mal gesto, siempre serena, siempre me dio buenos consejos. Prudencia de la que deberían aprender muchos… Me siento mejor, ya no me encuentro tan sola. ¿Tienes tiempo de tomarte un café?
viernes, 6 de septiembre de 2024
domingo, 12 de mayo de 2024
Tres años y cuatro meses después
Tres años y cuatro meses después. Suena a condena pero
ese es todo el tiempo que he estado en el paro. Para ser más exactos, sin un
empleo remunerado que, a fin de cuentas, en lo de hacer tareas domésticas y
formarme para obtener un empleo no he parado.
¿Y ahora qué? Como si no hubiera pasado tanto tiempo, he
sabido adaptarme bien aunque aún me canso mucho: ya pasará. Hay buen ambiente y
es un trabajo que conozco, ¿qué más puedo pedir? Que en vez de ser solo para
tres meses que me hagan indefinida. No me han prometido nada pero nunca se
sabe, lo importante era meter la cabeza en algún sitio, luego ya se verá.
Pero… (faltaba el pero, siempre está allí). Cuando no
tienes trabajo terminas arrinconado: o porque te cohíbes o porque te cohíben. Y
qué voy a decir: esperaba más celebración por parte de ciertas personas, algo
así como “¡¡¡bien, por fin lo conseguiste!!!”, pero me parece que no. Ya no se
acuerdan de lo que es estar sin trabajo, de pensárselo dos veces antes de
comprar algo, de cansarse de mirar escaparates porque en la tienda no vas a
entrar, de lo que es sentir que no tienes dignidad. Ya no se acuerdan.
Prefiero no entrar al análisis de esas reacciones, eso
no va a cambiar las cosas, pero ese tipo de cosas me han cambiado a mí. Qué pena.
martes, 19 de marzo de 2024
El mundo es un pañuelo
Hace unos días me ocurrió
algo curioso. Un amigo que toca el acordeón nos invitó a un concierto de jazz
manouche en el que tocaban él y un amigo suyo que tocaba un tipo de guitarra
que no había visto nunca. No tenía muy claro lo que íbamos a escuchar pero al
menos no era reguetón. Aquello fue espectacular. Hora y media de pura música en
un concierto al que se sumaron sobre la marcha otro guitarrista y una cantante
con una voz que no dejaba indiferente.
Empecé a fijarme en la
cara del guitarrista y en su apellido. No paraba de darle vueltas al asunto y
me puse a buscarle en Internet a él y a su familia… No encontré nada.
Él era un hípster: lo
supongo porque llevaba gafas de pasta y una barba muy espesa. Tocaba muy bien
la guitarra, la verdad.
Hasta que acabó el
concierto. En vez de acercarme a felicitar a mi amigo por su intervención, me
acerco al guitarrista y le pregunto: «¿Tu padre no es profesor y tu hermana se
llama Nuria? Porque si es así, que sepas que estuvimos en la misma clase en 1º
de BUP y que yo estuve una vez en tu casa viendo un documental sobre cómo
trasquilar ovejas».
Nos sacamos una foto
juntos para enviársela a su hermana para ver si su hermana se acuerda de mí. No
creo que Nuria me reconozca, pero fue divertido ver la cara que el músico puso
cuando vio «lo que sabía de él». Estas son pequeñas sorpresas que ocurren a
veces. El mundo es un pañuelo.
miércoles, 10 de enero de 2024
Te lo dije
Conozco gente que se empeña en tratar con gente que
les hace sentirse mal. Da igual que se la jueguen una y otra vez: seguirán
tratando con esas personas y, encima, los justificarán. No sé cómo llamar a eso
pero es desesperante: intentas aconsejar a alguien a quien están haciendo daño porque
ves su situación desde fuera y por eso te das cuenta de lo que pasa. No
entiendes cómo se puede ser tan idiota para dejar que te pisoteen. Entonces te
acuerdas de que a ti te pasó lo mismo muchas veces y era inútil que te dijeran
«esa persona no te conviene»: solo aprendías la lección cuando te llevabas una
decepción, y a veces eso tenía que ocurrir varias veces.
Hace poco le decía a alguien «si vas con esa persona
puede volver a hacerte daño, no es que tenga una bola de cristal, lo sé por
experiencia». Y te dan la razón, pero la burra siempre vuelve al trigo. O a lo
mejor soy yo, que empiezo a parecerme a una persona mayor (ya tengo suficientes
años para ello) de esas que cuentan batallitas. Quizás no entiendo que a veces
es más productivo aliarte con alguien que es capaz de vender a su madre
con tal de tener una victoria, aunque sea pírrica. No lo entiendo. Y seguirá
ocurriendo, y yo diré «te lo dije», igual que me lo dijeron a mí. Por cierto, Feliz 2024.