martes, 17 de septiembre de 2019

Tragar


Hay quien me dice que soy muy radical… y tiene razón, pero lo puedo explicar. Somos muchas las personas que tenemos que adaptarnos a los demás para no estar solos y tener amigos, pero no siempre merece la pena. De adolescente, cuando iba con mis amigas al cine, solo una vez vimos una de las que me gustaban a mí, así que cuando me hice mayor y vi que es una tontería tener vergüenza por ir sola, me di cuenta de todo el tiempo que había perdido por pretender adaptarme a los demás. Algo parecido me pasa con los libros. No conozco a nadie a quien le guste leer literatura de la época victoriana o historia de la guerra, así que termino hablando con las paredes. También me molesta que pongan en duda mis capacidades o mis conocimientos por mi origen familiar.

Hace unos meses, uno de mis contactos de Facebook colgó una foto de un dictador de un país “X” escribiendo unos elogios muy encendidos sobre ese individuo. Estuvimos discutiendo y, seguramente, le mandé a paseo. Cuando quise contarle el asunto a una medio paisana suya, esta descartó mi opinión por ser “extranjera”. Me quedé a cuadros porque es una persona que escribe, sabe francés y es informática, así que no se puede decir que se trate de una persona poco informada o que tenga cierto tipo de prejuicios, pero me estaba demostrando lo contrario.

Esta persona trató de convencerme que quizás ese dictador “había hecho alguna cosa buena”, y por eso había quien le elogiaba. No me lo podía creer. Traté de convencerle que, ya que no quería oírme, al menos se informara y sopesara diferentes opiniones. Y siguió insistiendo en que, si no me importaba, prefería que le informara su medio paisano. Me salí del chat de What’s App en el que estábamos y la borré de mis contactos de Facebook, me pareció más sano así.

Esta mañana me encontré un mensaje suyo en el Messenger, me decía que no me encontraba entre sus contactos y que quizás yo la había borrado. Efectivamente, la borré y así se lo dije. Añadí que no me gusta que rechacen mi opinión porque no consideran adecuados el lugar donde me he formado ni mis orígenes. ¿Qué importancia puede tener eso con la dichosa globalización? Me dijo que ella pensaba que debatiríamos, cuando ella misma no quiso ni atender mis explicaciones y, seguramente, tampoco las de otros.

No siempre merece la pena tragar con la opinión de los demás por hacer amigos.

2 comentarios:

  1. ¡Buen día Ludovica! Un placer volver a leer sus escritos y aprovecho para enviarle un saludo. Muy buena reflexión la suya, la cual comparto. Lo de comulgar con ruedas de molino, valga la expresión, no podía ser más gráfica,para conseguir o mantener una aceptación social me resulta un tanto cobarde, sí, es el camino más fácil, el servilismo. Halago su gusto y opinión. Reciba un cordial saludo y espero pronto volver a leerla.

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    1. Buenas tardes, David. Me alegro que te guste lo que he escrito. Ayer mismo un amigo y yo estuvimos contándonos historias sobre lo de no caer en el servilismo, siempre es una forma de libertad.

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