No descubro nada si digo que si estás más de tres años en
el paro lo pasas francamente mal. Fue lo que yo viví y, aunque no repetiría la
experiencia, sí puedo decir que fue una época muy instructiva.
Me rodeé de gente muy brillante, lo que hizo que llegara
antes al convencimiento de mi mediocridad, pero no por ellos (que me trataron
con todo el cariño del mundo), sino por aquellos que eran más mediocres que yo
y se empeñaban en demostrármelo porque era la forma en que tenían ellos de
sentirse fuertes. Pero la perspectiva es curativa, y me di cuenta que, a pesar
de mis torpezas, yo también tengo mi valor. Me costó aprender la lección pero
lo conseguí.
Afortunadamente, aún me queda mucho por aprender (que
sería de la vida si se toca fondo en el conocimiento), pero no todo el mundo se
da cuenta que le pasa lo mismo, sobre todo aquellas personas que sólo me daban
opción a ser su comparsa cuando, quizás, debió ser al revés.