He tardado en escribir unas líneas sobre el gran
acontecimiento musical de los últimos días. Mis colegas blogueros han escrito
mucho y muy bueno. Pero siempre hay algo o alguien que te empuja a hacerlo...
Pasa que yo también estuve en el Vicente Calderón el 2 de junio de 2016. ¿El
motivo? Pues cuál va a ser el motivo: Paul McCartney, recuerdo vivo de The
Beatles (con permiso de Ringo Starr).
Como suele ocurrir en estos casos, el anuncio de la
actuación de Sir Paul en Madrid me pilla sin un miserable euro para las
entradas, pero a veces mi madre tiene unos prontos que flipo: me invitó para
celebrar mis 50 años y sus 80. Y fue grandioso.
Yo ya tuve la suerte de verlo en Madrid en 1989, pero mi
madre nunca había visto una cosa así: 45.000 personas cantando al ritmo de Obladi-Oblada, disfrutando de los fuegos
artificiales de Live and let die y
bailando con Can't buy me love.
Cantó My Valentine,
dedicada a su actual esposa y presente en el estadio. Recordó a Linda, su
primera mujer cuando sonó Maybe I'm
amazed. También estuvieron presentes John y George cuando sonaron Here today y Something, con la que tocó un ukelele. Y, cómo no, nos emocionó a
todos con Hey Jude y Yesterday, la canción más versionada en
toda la historia (yo también tengo una versión).
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in the U.R.S.S., nos hizo sentirnos como The fool on the hill, y todos pensamos
que You won't see me aunque a quién
no le hubiera gustado lo contrario y subir al escenario para abrazar a Macca.
El público asistente estaba más que contento. Paul
McCartney nos hizo felices el día del concierto, que disfruté en la mejor de
las compañías, mi madre: imposible sentirse como Elanor Rigby.
Fueron más de cuarenta canciones que nos hicieron cantar,
bailar, soñar..., y así seguirá siendo durante mucho tiempo. Gracias Paul por
hacernos un poco más felices. ¡Hasta la próxima, Sir Tronco! Y en el estadio de
mis amores, le pese a quien le pese.
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