Hace un par de semanas, me localizó por el Facebook una
amiga a la que no veo desde hace 26 años. Aún no nos hemos visto personalmente
desde que hemos retomado el contacto, y es que nuestras respectivas ocupaciones
complican un poco las cosas; eso sí, hemos intercambiado impresiones por e-mail
y por teléfono.
Mientras le daba vueltas a cómo podríamos hacer para
encontrarnos sin tener que esperar a que yo termine mi curso, también le he
dado vueltas a mi vida y he desenterrado un montón de recuerdos, he comparado
mi vida con la de otras personas y no he podido evitar preguntarme si me he
conducido bien en la vida.
Por un lado, mi vida no es lo que me hubiera gustado,
quizás porque apenas he cumplido mis sueños. Pero, al mismo tiempo, he tenido
momentos muy buenos, únicos, que de vez en cuando me recuerdan que, a pesar de
las circunstancias y de que no veo esperanza en el horizonte, quizás llegue mi
momento cuando menos me lo espere.
Quería tomar prestadas unas palabras de Mario Benedetti
que dicen así: “No te rindas, por favor
no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se
esconda y calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus
sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un
comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento”. Lo mejor es que
es verdad.