Andaba yo encerrada en mis pensamientos, digo encerrada porque nadie me hubiera sacado de allí si lo hubiese intentado. Estaba preocupada por cosas que igual en el futuro me hacen gracia pero ahora no. Y de pronto una cara sonriente me pregunta: «¿Te acuerdas de mí?». ¡Claro que me acordaba de ella! Intercambiamos recuerdos de forma rápida porque a las dos nos esperaban. Nunca un mal gesto, siempre serena, siempre me dio buenos consejos. Prudencia de la que deberían aprender muchos… Me siento mejor, ya no me encuentro tan sola. ¿Tienes tiempo de tomarte un café?