Andaba yo anoche trasteando unas líneas cuando me enteré
de la muerte del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. No creí yo que el fallecimiento de alguien así
me diera tanta pena pero me dio, quizás porque tuve la suerte de conocerle allá
por junio de 2002, en una conferencia en la Casa de América de Madrid. Estaba muy
contenta, porque nunca me había imaginado que llegaría a sentarme tan cerca de
alguien así. Tampoco me imaginé que al final de esa conferencia tendría ocasión
de aproximarme a D. Ernesto y estrechar su mano. Estaba tan emocionada que, el
hombre empezó a mirarme asustado, como si pensara cuando iba a recuperar su
mano. Era una especie de Ché Guevara con el pelo blanco y con la poesía como
arma.
El recuerdo más recurrente que todos tenemos de Ernesto
Cardenal es aquella imagen en la que el equipo de gobierno revolucionario sandinista
recibió a Juan Pablo II en el Aeropuerto Internacional de Managua durante su
visita en marzo de 1983. Entre los miembros de ese gobierno estaba el poeta,
entonces ministro de Cultura y representante destacado de la teología de la
liberación. El papa no aprobaba la implicación política de Cardenal, y la
imagen del papa echándole la bronca al poeta dio la vuelta al mundo, pero
sirvió de muy poco porque, un año después, Juan Pablo II lo suspendió “a
divinis”, o lo que es lo mismo, Ernesto Cardenal no podía ejercer como
sacerdote. Hubo que esperar a 2019 para que esa suspensión quedara revocada por
otro papa, Francisco. Pero todo hay que decirlo: hacía tiempo que Cardenal
había hablado ya de “la revolución perdida”.
Y recordé cómo supe del poeta. Cuando era adolescente y
todavía existía Galerías Preciados yo solía pasear por la sección de regalos
cursis que nos suelen gustar a esa edad. Había uno que me llamó la atención por
su forma de destacar sobre un montón de cosas a las que ahora no encontraría
sentido; era un sencillo paño de fieltro blanco con una varilla para colgar de
la pared, y una poesía:
Al perderte yo a ti tú y yo hemos
perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que
yo:
porque yo podré amar a otras como te
amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Versos así dan sentido a la
vida, necesitamos más poesía. Hasta siempre, D. Ernesto.
Ernesto Cardenal. Fotografía obtenida de la web de Radio Galilea (radiogalilea.com.ar) |