Por fin el día 30 de julio acabé el curso que estaba
haciendo; ha sido agotador estar yendo y viniendo a Alcorcón a lo largo de
cinco meses. Por el camino iba escribiendo, leyendo o estudiando vocabulario de
alemán en una aplicación que descargué en el móvil, pero hasta yo me canso: llegó
un momento en que me sentía perdida, como que no sabía lo que estaba haciendo.
Pero poco a poco vuelvo a la normalidad, y los recuerdos
del curso empiezan a ser difusos. Ya me apunté otra vez al Inem y también
quiero retomar mi vida donde la dejé antes de empezar el curso. He intentado
apuntarme a clases de natación, por hacer un poco de ejercicio, pero me han
dicho que hasta septiembre nada. Lo más gracioso es que me piden hacer una
prueba de nivel: ¡Qué prueba ni qué leches, si nado como las piedras…!
Así que
tendré que buscarme otra forma de renovarme antes que el “ahora qué hago” me
paralice del todo: imagino que volveré a ir al cine, ahora que vuelven a echar
películas antiguas a buen precio, aunque sea a riesgo de que me trague alguna
con alguna cupletista de cartel amarillento.
Trataré de volver a la rutina que me engaña y que me hace
creer que salgo de casa por un trabajo, y que en la noche cuento en casa lo que
he hecho en la oficina, y cosas de esas que no hago hace mucho tiempo. Pero
siempre hay algo que se queda por el camino y no tengo ni idea cómo hacer con
los cabos sueltos. Esta tarde iré a darme un paseo para pensar mientras camino,
igual se me ocurre algo.