jueves, 27 de mayo de 2010

Hablando solo

Últimamente no paro mucho por aquí porque mis ocupaciones precisan más de papel y boli que de ordenador, aunque en el trabajo uso el ordenador hasta el agobio: vamos que es mi instrumento de trabajo (como la de casi todo el mundo).


Del trabajo quería hablar. Me dedico a grabar documentos, aunque está claro que no puedo contar más. Es verano y los ordenadores dan calor: como el aire acondicionado no gusta a todos no siempre se puede poner, por lo que he tenido que hacerme con un puesto que está al lado de una ventana. Por suerte, de vez en cuando corre la brisa.


Como los ordenadores no son precisamente de última generación, van como van, y lo más natural del mundo es que se queden colgados, que vayan despacio, que den error, que haya que reiniciarlos. Hasta los ordenadores de los Picapiedra funcionarían mejor, y nadie te ayuda a salir del apuro. Aunque, a decir verdad, prefiero pelearme con los ordenadores que tratar con la gente: mi trabajo exige producción, producción y producción, pero cuando produces quedas como un rey y te sientes divinamente si no te paras a analizar la cara de envidia de los compañeros.


Cuando sales del trabajo la conversación es siempre la misma: "¿Qué tal hoy? ¡Uff, yo fatal, sólo he grabado 87!" (cuando igual la media está en 90, no es tan terrible lo que le ha pasado). Cuando vas al trabajo la conversación es siempre la misma: "¿Qué tal ayer? ¡Uff, yo fatal sólo he grabado 97!" (magia, superó la media mientras dormía). Cuando vamos al descanso la conversación es siempre la misma:"¿Qué tal en la primera parte? Estoy agobiadísima, alguien se ha hecho 130 en la mañana y yo apenas llevo 70 en las tres primeras horas" (se ve que han contratado a Terminator).


Después de semejante nivel de conversación echo de menos el silencio, sobre todo si las pocas veces que alguien habla de otra cosa siempre hay alguien que le interrumpe como si no existiera. Envidio a la gente que va hablando sola por la calle: por lo menos nadie le interrumpe.


domingo, 2 de mayo de 2010

Presente incierto, futuro inexistente

Hoy es dos de mayo, día de la madre y segundo día del tercer mes que estaré sin trabajo. Se me acaba el dinero y se me acaba el humor, tan fundamental como tomarse un café a primera hora de la mañana. Miro de reojo el presente para que no me alcance la vista a un futuro que parece haberse quitado del medio. Que no me venga nadie diciéndome que rece y que tenga fe porque ya no puedo.