El día del apagón me levanté tardísimo por el dolor
del brazo y entonces empezó a dolerme también la cabeza: no iba Internet ni
había electricidad, así que no había tele, la caldera no iba y la nevera estaba
apagada. Pues eso, era un apagón. Era 28 de abril de 2025 pero parecía que
habíamos vuelto a tiempos de los romanos.
De momento, volé al bazar de mi barrio y conseguí una
linterna de esas que son como pequeñas farolas que se ponen en los libros y que
llevan pilas incluidas. Y para enterarme de lo que pasaba me informaba una
vecina: me contó que fue en casi toda España, pero también fue en Portugal y
también en Francia. Luego se dijo que también en parte del resto de Europa… Pero
¿cómo se enteró? La radio, nuestra vieja amiga la radio. Tenía coche y cada
poco iba a enterarse de lo que podía y nos contaba lo que pasaba.
Yo no sé ni dónde tenía mi transistor y tampoco se
trataba de que me volviera loca buscándolo (tengo un radio cassette pero hace
falta enchufarlo…). Ya me compraré uno en cuanto se pase la vorágine. Y una
buena linterna, claro. Eso de estar a media luz como en el tango no me va: ni
vivo en la calle Corrientes, ni tengo ascensor, y en una casa tan pequeña no es
posible un cóctel de amor.
El problema no tardó en arreglarse para la gravedad del asunto (en mi caso fueron 12 horas), a pesar de lo cual no falta quien pone palos en las ruedas.