martes, 22 de noviembre de 2016

Entre las páginas de un libro

Esta mañana, cuando bajé a comprar el pan, vi que se habían caído pétalos de flores en el patio. Aquello me recordó de cuando aún me compraba libros con cierta frecuencia: me gustaba poner dentro pétalos de rosas o una ramita de alguna planta.

También me acordé que le dejé un libro a un amigo que estaba económicamente peor que yo. El ejemplar no lo volví a ver aunque, bien mirado, me hizo un favor, porque era una auténtica mierda. Lo que me molestó realmente fue que, al abrir aquellas páginas, encontró un pétalo de rosa y lo tiró, como si fuera una porquería cualquiera y como si el libro fuese suyo.

Hace tiempo que ya no hablo con aquel individuo, en parte porque teníamos criterios muy diferentes sobre el conocimiento. Él estudió Filosofía, y eso le hacía creerse por encima del resto de los mortales, y no se cohibía en hablar con asco de la Historia. Está claro que me faltó reflejos con él. Cuando tiró el pétalo debí decirle cuatro cosas, coger mi manual y salir corriendo. ¿Qué derecho tenía él en tirar algo que ya formaba parte de aquel tocho, algo que, al fin y al cabo, yo decidí poner ahí para que hubiera algo hermoso entre las páginas de un texto espantoso?

Ahora, casi siempre leo en una tablet o en el ordenador, más que nada por una cuestión de espacio. No puedo meter flores o ramitas de plantas, pero elijo fondos de escritorio bonitos, que signifiquen algo para mí. Esos no los podrán quitar. Aunque, quién sabe...